domingo, 13 de septiembre de 2009

Cucucumbia



No sé cuánto tiempo más pueda soportar esta situación. No puedo escapar de ella y unirme no es una opción. La Cucucumbia me ha saturado. Extraño al reguetón en las combis y en la preferencia del pueblo peruano. Al menos el reggaeton era una invitación a acercarnos y conocernos mejor en la pista de baile, una celebración de la vida a pesar de la brutalidad de la mayor parte de su contenido lírico y el impostado look de sus intérpretes, su devoción por la ostentación empotrada en el bling bling. Prefiero las joyas de fantasía, la fantasía en general. Sin embargo reconozco que la fórmula se había agotado, igual que los 6 temas cucucumbieros a los que los programadores nos someten sin piedad. Es imposible precisar el daño que provoca en nosotros escuchar Ojalá que te mueras diariamente pero es evidente que esos plañidos de bolero cantinero no dan para más. Es fácil deducir que la película Motor y motivo será una revisión de estereotipos, crónica previsible del ascenso de los ídolos, sin sorpresas ni complejidad. Para seguir cerrándonos los ojos como el baile del chino.
Recuerdo hermosos viajes familiares en la camioneta de mi padre oyendo cumbia colombiana, cantando La piragua o tamborileando Se va el caimán. Antes del hastío disfrutaba de Juaneco y su combo, de los geniales Destellos o los sabrosos Chapillacs. Felizmente aún puedo bailar la divertida cumbia villera de Los pibe chorros o Damas gratis y recomendar las voces que trajo mi hermana de su viaje a Colombia: Totó la Momposina y la Petrona Martínez. Aunque lo de ellas no es cumbia, son más bien ritmos negros vitales e hipnóticos, con tambores… pero bueno, mejor bailen con ellas.
Por esto discúlpenme los amantes de la nueva Qumbia, y yo los disculparé a ustedes.


publicado el martes 19 de mayo de 2009 en perú21

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