viernes, 15 de enero de 2010

El hula hula

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comic El hula hula. 2006

viernes, 8 de enero de 2010

W

Ella está envuelta en una nube de humo verde y púrpura luminoso. La banda toca una sinuosa melodía que cala en las bebidas, estas encienden en los labios súplicas de amor travestidas de salidas nocturnas en una ciudad solitaria.
-¡Me están asustando! ¡Paren! -grita ella a sus amigos, como un niño con náuseas en un juego mecánico que se eleva y gira más rápido que el planeta tierra en la punta del dedo índice de dios, el jugador más alto. Los dispositivos de seguridad parecen vulnerables y el niño no quiere morir así, no tan pronto, no pagando por ello, con sus padres mirándolo y comentando:
-Pensé que era más valiente, así ya no lo traemos nunca más.
Pero ellos no están haciendo nada, sólo ríen y conversan. Hay coqueteos y cigarrillos consumiéndose frente a ella.
Su amiga la toma del brazo e inclinando la cabeza por el peso de aquellos ojos enormes, sombreados con Ice Superbrillo, de bordes oscuros y pestañas sumergidas en
un lago de petróleo resplandeciente donde murieron cormoranes, frailecillos, bermejuelas y bribones atrevidos, le pregunta:
-Nena, ¿qué pasa?
Y ella siente la voz del cantante como una corriente que la arrastra a mar abierto: “No quiero enamorarme de ti… porque sería un caballero… y las flores no serían para mí…”, y sus piernas tiemblan y se sujeta del saco del amigo de la izquierda; su piña colada aterriza sobre él, y la pequeña sombrilla no sirve de nada. El imperfecto círculo se abre rápidamente, ella suelta la chaqueta y se deja caer lo mejor que puede en el baño de damas.

Todo da vueltas. Es una expresión popular, que vuelve a ella durante su breve estadía
en el suelo de losetas blancas, sucias y húmedas. Cuidadosamente se pone de pie y contiene las náuseas, viéndose ahora incluida en la agitada escena que se proyecta en un amplio espejo horizontal. Chicas entran y salen por tres puertas idénticas. Algunas se lavan las manos y todas se observan en la gran pantalla. Hábilmente ajustan ciertos detalles. Hay una cuarta puerta, entreabierta, sin aparente actividad. Y está ella misma.
Acomoda el escote de su vestido negro y trata de recomponer sus ojos. Unas chicas
la miran y salen riendo. Piensa que no. Busca algo en su bolso y olvida qué es mientras su mano revuelve los objetos, como un escuadrón especial de la policía que registra tu propiedad sin contar con una orden de allanamiento y la redecora con pésimo gusto.
Ya no puede contener las náuseas. Y ve doble.

Empuja la cuarta puerta y se sobresalta al encontrar a una chica sentada en el inodoro. Está mirando hacia abajo. Tiene medio cuerpo inclinado hacia delante, la mano derecha profundamente entre las piernas, el jean y el calzón por debajo de las rodillas, y los pies apoyados en el suelo con la punta de los botines. Se apresta a cerrar la puerta avergonzada pero la otra chica levanta la mirada de pronto:
-No…espera, tengo un problema.
Su cuerpo transpira y su rostro transmite gran inquietud.
-¿Estás bien?
-No, no sé lo que ha pasado…ayúdame por favor.

Ella se acerca temerosa e interroga:
-¿Pero qué pasa? Dime.
-Siento que tengo algo aquí dentro, no sé qué es… me molesta -explica la chica sin detener su ansiosa búsqueda.
-¿En la vagina?
- Sí, me duele. Por favor ayúdame.

Se ve agitada y perturbada, un poco mareada pero no tanto como ella.
Ella, confundida y tímida, se agacha y susurra:
-¿Qué puedo hacer? ¿Llamo a alguien?
- No… sería incómodo… ¿Podrías intentar sacarlo por favor?
-¿Yo? Pero no sé… no sé qué es…

La chica saca su mano y mirándola a los ojos implora:
-Rápido, por favor.

Entonces ella entra al cubículo y junta la puerta a su espalda, extiende el brazo derecho y aproxima su mano temblorosa como en una reproducción animada del fresco del techo de la Capilla Sixtina. Ingresa y recorre minuciosamente el interior pero no encuentra nada. Se detiene un momento y piensa.
-¿Cómo ha llegado ahí? ¿Alguien lo ha metido?
-¿Crees que están experimentando conmigo?, susurra la chica alarmada.

Ella no responde y continúa buscando, palpando las paredes de la vagina.
-No encuentro nada.

La desconocida cierra los ojos y se concentra. Ella hace lo mismo y va sintiendo un vértigo abisal, una oscuridad perceptible y común. La sensación de embriaguez se va disipando y da paso a una certeza indecible.
Recién entonces vuelve a distinguir la música que ingresa por la puerta sin abrirla: una balada esmeralda con toques de bachata. El cantante agita su voz y la bebe. Parece que el coro dijera “estrella fugaz cuando te mueves” pero en realidad es sólo el barullo de la gente. ¡Sus amigos! Deben estar preguntando por ella mientras se atropellan en la pista con gracia incomparable.

-Creo que ya no está… -dice la chica. Recobra la calma y sonríe con alivio y gratitud.
-Qué bueno. Ya debo irme.
Ella se despide con una sonrisa y atraviesa la puerta del baño.
Allá afuera todos los presentes están desplazándose, desordenándose y produciendo sonidos de algarabía.

-¡Allá está!
Un amigo la toma del brazo y la invita a bailar. Ella declina con un gesto dulce y se sumerge en un sofá de cuero negro, en un estrecho espacio. Entre un hombre pálido de ojos verdes y labios rojos que ríe como si hubiera vivido desde siempre, y una dama punk con una chaqueta de piel de león, envuelta en una nube tóxica y naturalmente amable de humo verde y púrpura luminoso.



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Este cuento fue publicado en el fanzine Electric Youth. En este proyecto juvenil participaron colaboradores de la talla del gran Jorjo, Eliana Otta o Luis Alvarado.  No sé dónde pueden hallarlo ahora. Yo tengo algunos ejemplares todavía en una bolsa verde sobre una caja en mi cuarto. A los primeros en pedirlo se los regalo.