viernes, 28 de octubre de 2011

Sobre Tanta gente sola




Cuando pensaba en este día y en lo que diría frente al auditorio, intentando no pensar en el auditorio sino en lo qué diría frente al auditorio me encontré realizando acciones variadas. En un momento pensaba en lo que diría sobre el libro de Juan mientras leía un libro de Scott Fitzgerald y de pronto ambos universos confluyeron como dos amigos que se encuentran en la calle, donde uno viene de un lado del cerebro y el otro del sentido opuesto y coinciden totalmente en el eclipse de un apretón de manos después de más de 30 años. El lugar de la cita fue el siguiente párrafo de la página 75 de una antología mínima de F.Scott Fitzgerald: 
“Pero ahora quería estar absolutamente solo, por lo cual me procuré cierto aislamiento respecto de las preocupaciones comunes.
No fue una época desdichada. Me fui, y había cada vez menos personas. Descubrí que estaba muy fatigado. Podía estarme acostado –y me alegraba hacerlo-, durmiendo o dormitando, veinte horas diarias, y en los intervalos me esforzaba resueltamente por no pensar. En cambio, hacía listas. Hacía listas y las rompía: cientos de listas: de jefes de caballería y jugadores de fútbol y ciudades, y de canciones populares y pitchers de béisbol, y de épocas felices, y de pasatiempos, y de los pares de zapatos (…) y las listas de mujeres que me habían gustado y de las veces que permití que me desairaran personas que no eran mejores que yo en carácter o capacidad. Y de repente, por sorpresa, me sentí mejor.”
Ese crudo relato de la depresión me remitió de inmediato a los divertidos y vitales cuentos de Juan por la dimensión romántica que adquieren los pasatiempos gracias a la neurosis y la pasión. Tal vez una crítica o elogio a la descarnada competencia alentada por la sociedad moderna: los personajes tienen la necesidad constante de sobresalir, de ser mejor que otro, de ser reconocido, de morir en vivo, de ser alguien o ser nadie pero un Don Nadie. Y es difícil, yo creo que lo más complejo es querer ser alguien y querer ser nadie al mismo tiempo, por cuestiones técnicas. 
Aquí los pasatiempos son vehículos catárticos, un portal a la realización personal por juego o azar, una puertita al mundo propio, donde podemos cambiar las reglas o inventarlas. Sí, en cierta medida este libro es un bestiario de aficiones que nos definen. 
En mi experiencia hay pocas actividades equiparables a resolver crucigramas, hacerlos en menos de cinco minutos o escribir las palabras comenzando por la última letra y terminando por la primera, llenar dos o tres palabras intercaladamente en montaje paralelo como si fueran parte de un todo y es que lo son, un caos organizado, una comunidad invisible de matemática armonía esperando ser develada, los enigmáticos signos de un texto sin sentido del cual emerge una frase célebre, como “El arte de vencer se aprende en las derrotas.” o “De lo heroico a lo ridículo no hay más que un paso” de nuestro libertador Simón Bolívar. Vislumbrar la frase escondida contando con poquísimas letras. Sí, eso me hace sentir bien. He interceptado poemas circulando en las intersecciones, y no me considero una persona sola. Existe una activa comunidad de geniogramistas; lamentablemente hasta ahora no he podido asistir a ningún encuentro. Pero asistí al taller que dictó Juan: Poesía sin escribir una palabra. Y por supuesto, no faltó quien se resistió a la posibilidad de hacer Poesía sin escribir una palabra, pero no pudo detenernos.
 Yo sonrío y me río disfrutando la capacidad del autor para tomar un sujeto corriente a la vista y permitirnos escuchar su diálogo interior como si escondiera un micrófono dentro del espejo frente al cual el personaje se acicala cada mañana. Sus personajes viven bajo constante amenaza de humor involuntario pues como son un poco ingenuos y andan muy en lo suyo, no saben que Juan bromea a través de ellos con verso perverso y la confianza del amigo íntimo.
La lectura de Tanta gente sola no sólo nos deja excelentes historias sino también el espectro cálido de una sensibilidad que reanima insectos voladores con palabras, te hace creer en la magia explicándote los trucos.
Un día que leía este libro sin pensar que algún día diría algo sobre él me topé con mi antigua psicóloga. Interrumpí la lectura para saludarla, naturalmente, y apenas se hubo marchado escribí un relato breve sobre nuestras sesiones donde era ella el alma auscultada. Fue muy satisfactorio someter a mi ex terapeuta a mi diagnóstico de aquella experiencia. No dudo que la lectura de estos relatos fue la causante de que escriba ese relato pero sobre todo, que provocó que súbitamente, en la sala donde yo leía tranquilamente, apareciera mi ex terapeuta. 

Tan pronto algo nos recuerda que somos personajes la vida se vuelve una lectura más estimulante.


Texto leído en la presentación de la edición peruana del libro de relatos Tanta gente sola del narrador y poeta español Juan Bonilla. Centro Cultural de España en Lima, agosto de 2011.

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